domingo, 24 Mar 2024 07:30 AM
Este 24 de marzo no es un aniversario más: será la primera vez, desde el retorno a la democracia, que nos gobiernan quienes reivindican el terrorismo de Estado y justifican la represión. En la silla presidencial se sienta un hombre que se burla de los 30.000 desaparecidos en plena asamblea legislativa, y una vicepresidenta que lidera el movimiento negacionista y reivindica la teoría de los dos demonios.
Las argentinas y los argentinos llevamos 40 años de democracia ininterrumpida, sustentada en el histórico Juicio a las Juntas Militares, en la Memoria como política de Estado desde el informe de la CONADEP y en la heroica tarea de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los organismos de Derechos Humanos, que mantuvieron la conciencia activa y restitución de la identidad de 137 nietos apropiados.
Reivindicamos la derogación de las leyes del perdón que permitieron dar continuidad a los juicios de los responsables de planificar, ordenar y aplicar tormentos ilegales, matar y desaparecer personas, aplicando un plan sistemático macabro que enlutó a toda la Sociedad Argentina.
La revisión histórica crítica y las políticas de memoria son elementales para reconocer las opresiones. Los planes económicos nefastos instaurados desde la colonización se disfrazan para continuar concentrando el poder y los recursos económicos, y continúan cobrándose millones de vidas.
Los actos perpetrados por la dictadura no se circunscribieron únicamente a la desaparición sistemática de las personas en términos físicos, sino que aspiraron la existencia de todo lo relacionado con ellas: se apoderaron de sus vidas, de sus bebés, de todos los signos que transmitían sus legados, sus nombres, sus historias y hasta sus propias muertes, negándoles los cuerpos a sus familias y allegados.
Las teorías de la reconciliación que derivaron en los indultos de los 90, las desobediencias militares presionando al poder civil, la complicidad de algunos jueces que negaron pruebas y retardaron procesos y que, en la actualidad, retornan desde el gobierno que quiere desandar la historia misma, violentando con la negación los argumentos aportados con valentía por quienes denunciaron y probaron la verdad ante la justicia.
Se suele decir, con fundamento, que la democracia en la Argentina ha sido conquistada por el pueblo, arrancada de las garras de los militares que nos sometieron al péndulo del autoritarismo espiralado en violencia exponencial por más de 50 años. Eso constituye un orgullo de muchas generaciones, que lograron colectivamente convivir con sus diferencias políticas, en diversidad y pluralismo, compartiendo como un valor común e identitario el respeto a la democracia y la condena a la dictadura militar y su política de represión ilegal.
Su negacionismo ataca también a los derechos conquistados por el movimiento obrero. Desde el gobierno nacional embisten a los gremios y al modelo sindical argentino porque saben que es el gran obstáculo para entregar los derechos laborales conseguidos hasta hoy. Pero este ataque no es sólo contra el movimiento obrero, es también contra el derecho de las mujeres, las disidencias sexuales, las infancias, la población con discapacidades, las adulteces, los y las enfermos/as crónicos que son siempre los más vulnerados en estos contextos de ajuste. Esta situación es posible únicamente con el desguace de un Estado que deja de garantizar los derechos más básicos y transformado en un árbitro a favor de las necesidades del mercado y el capital financiero concentrado. Por eso, en un proceso hiperinflacionario como el que estamos viviendo, anulan la discusión paritaria y liberan precios de los alimentos y servicios, generando una transferencia de recursos desde las y los trabajadores a los monopolios financieros.
La paralización de la obra pública y la ola de despidos en distintos sectores, proponen al desempleo como un disciplinador y como parte de un ajuste que solo es sostenible con un Estado represor y vulnerando las libertades constitucionales como la libertad de expresión y la protesta.
Este 24 de marzo próximo no es uno más. No alcanza con la participación de la militancia para mantener viva la llama que ilumina la memoria popular y que desde el Gobierno quieren apagar. Apelan a las generaciones que no vivieron la dictadura y a las que le siguieron y vivieron el proceso de recuperación de la democracia, para mentir, confundir, relativizar y negar el plan sistemático de represión implementado por la dictadura eclesiástica cívico militar.
Este 24 de marzo APUBA nos convoca y nos embandera, como marca su historia: con un compromiso a la altura del momento crítico que vivimos. Por eso, aunque marchemos como todos los años, es necesario que seamos muchas y muchos más; que la columna sea masiva, que se sienta fuerte el compromiso de salir a la calle nuevamente a decirle “Nunca Más” a quienes reivindican la dictadura y niegan sus acciones.
Siempre a favor de la vida, de la Universidad Pública, del respeto por los derechos del pueblo, por los que ya conseguimos y peligran, y por aquellos que aún nos falta conquistar. Y así como nos enseñaron nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la historia avanza cuando los pueblos están presentes en las calles.
Ante los profetas del odio y del desencuentro: MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.
NI UN PASO ATRÁS. NUNCA MÁS.